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Uno de los aspectos más atractivos de la falerística española es que aún hoy seguimos descubriendo y catalogando condecoraciones de principios del s. XIX, un hecho totalmente inédito si lo comparamos con otros países.

El obispor de Oviedo, Ceruelo de la Fuernte, retrato por López Portaña

El obispo de Oviedo, Ceruelo de la Fuente, retrato por López Portaña

El último descubrimiento, ha tenido lugar después de una ardua investigación llevado a cabo por dos de los máximos expertos de la materia en España, Jaume Boguñà y Antonio Prieto Barrio. Aunque con indisimulado orgullo, podemos decir que desde este blog, hemos podido contribuir a redondear la investigación.

Todo empezó hace unos treinta años, cuando a un coleccionista le ofrecieron en el Rastro de Madrid una condecoración. A primera vista, parecía una Orden de San Hermenegildo, sin embargo, en lugar de mostrar al santo a caballo, aparecía en el anverso el rostro del rey Fernando VII y, en el reverso, la frase SPES ET FORTUTIDE IN ADVERSIS (Esperanza y Fortaleza en la Adversidad). Como los esmaltes parecían antiguos y la pieza era de oro, el avispado coleccionista la adquirió, a pesar de que en esos momentos no era posible catalogarla.

Hace unas semanas, un segundo coleccionista contactó con el anterior para comentarle la adquisición de la concesión de una pieza desconocida hasta entonces, pero de la que se tenían vagas referencias. La descripción de la condecoración que se indica en el documento coincide con la pieza pendiente de catalogar que el primer coleccionista guardaba en su casa: la Cruz de Distinción de los Sesenta y Nueve Diputados Fieles. Los persas.

Medalla de los Persas. Anverso.

Medalla de los Persas. Anverso.

Debemos saltar hasta 1814 para conocer a estos persas. Acabada la Guerra de la Independencia, Fernando VII (por aquel entonces, aún, “el Deseado”), regresa a España en olor de multitudes; prometiendo fidelidad a la Constitución de Cádiz de 1812, de corte claramente liberal. Sin embargo, el Rey ya ha dado la orden a sus hombres de confianza para que preparen el terreno para hacer caer al gobierno constitucionalista y regresar al régimen absolutista anterior a 1808. El Manifiesto pudo estar en esta línea: un documento firmado por diputados de las Cortes de Cádiz exhortando al Rey a derogar la Constitución de Cádiz y reimplantar el absolutismo. El manifiesto toma el sobrenombre de los “Persas”, porque en él se indica que así como en la antigua Persia, cuando un Rey moría, el país se entregaba cinco días a la anarquía y después regresaba el orden, en España llevábamos seis años sufriendo esta anarquía y era hora que el Rey actuara.

Medalla de los Persas. Reverso.

Medalla de los Persas. Reverso.

Antonio Prieto Barrio localizó la circular de fecha 9 de mayo de 1823 (curiosamente, durante el Trienio Liberal), en la que se describen los motivos por los que se otorga la condecoración, así como una descripción de la misma.

Días más tarde, Jaume Boguñà me explicó el feliz descubrimiento, justamente cuando el co-autor de este blog, Raimundo de Miguel, me enviaba el texto y retrato del post sobre Juan de Zavala para subir a nuestra nueva sección “Galería de Personajes Ilustres”. Cómo me llamó la atención el cuadro de López Portaña, busqué otras obras del autor, tan brillante como olvidado. De entre sus cuadros, me llamó la atención el retrato del obispo de Oviedo, Gregorio Ceruelo de la Fuente. Los aficionados a la falerística, no podemos ver un cuadro sin tratar de identificar las condecoraciones que muestran en él. y en el retrato del obispo, una era realmente curiosa. De lejos, parecía la Orden de San Hermenegildo, pero dado que es una orden netamente militar, no la podía llevar el obispo, a la vez que el color de la cinta no coincidía. Así que solo se podía tratar de… la “Medalla de los Persas”. No me costó identificar a Ceruelo de la Fuente como uno de los firmantes del Manifiesto. El cuadro, además, parecía contradecir la circular de 1823, en tanto que ésta indica que la condecoración debe ir acompañada de una cinta verde, mientras que el Obispo lleva una cinta con tres listas, dos rojas y una verde. Así que, gracias a una pequeña dosis de casualidad, todo hay que decirlo, me topé con la que, probablemente, sea la única muestra pictórica de esta extraña y curiosa medalla.

Si regresamos al cuadro, vemos al religioso que viste con roquete, muceta, solideo y cruz pectoral, junto con la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, además de la Cruz que ha dado lugar a este post.

Gregorio Ceruelo de la Fuente (1755-1836) fue un religioso nacido en Paredes de Nava (Palencia), doctor en Derecho Canónigo. En 1784 se le nombró administrador de la catedral de Palencia, y fue provisor y vicario general de la diócesis palentina durante veinte años. En 1813, es elegido diputado a las Cortes por la circunscripción de Palencia. En 1814, firma el Manifiesto de los persas; y al año siguiente es designado Obispo de Oviedo. Debido a sus posicionamientos ultra-absolutistas, deja de vivir en Palencia durante el Trienio Liberal; pero tras la intervención de los 100.000 Hijos de San Luis, regresa a su Diócesis donde se va a significar como uno de los más implacables represores de los liberales. Falleció en 1836.

 

 

Anexo

Poco dados a los títulos concisos, el nombre real del Manifiesto de los Persas es: “Representación y Manifiesto que algunos diputados a las Cortes ordinarias firmaron en los mayores apuros de su opresión en Madrid para que la Majestad del Sr. D. Fernando el VII a la entrada en España de vuelta de su cautividad, se penetrase del estado de la Nación, del deseo de sus provincias, y del remedio que creían oportuno”.

Cabe afirmar que no existe ninguna prueba documental que sostenga esta supuesta costumbre persa.

Dentro de la Historiografía se ha querido plantear un falso debate alrededor de la importancia del Manifiesto. Mientras que algunos historiadores de corte reaccionario, han querido ensalzarlo como un documento político de primer orden; historiadores más prestigiosos, como Josep Fontana, rebajan la importancia del Manifiesto, ya que lejos de decidir nada, había sido escrito con el mero objeto de servir de coartada al Rey para derogar la legalidad constitucionalista.

Si nos detenemos en el texto de Fernández de la Cigoña, que trata de rebatir a Fontana, encontraremos varias omisiones, de fuentes y datos, obviando los que no se ajustan con su tesis y tergiversaciones de varios hechos. Mostrando, de un modo diáfano, el modus operandi de autores como Pío Moa o César Vidal. Es curioso señalar como este tipo de personajes, autodenominados liberales, en un debate entre dos opciones, invariablemente, siempre defienden la más reaccionaria, aunque sea la absolutista y aunque deban ir contra los principios liberales que afirman defender.

A modo de ejemplo, citaremos dos de las falsedades que trata de colar Cigoña en su texto. Por un lado, defiende la tesis que los “Persas”, con Bernardo Mozo de Rosales al frente, lejos de ser absolutistas, pretendían una línea intermedia entre aquéllos y los liberales. Nada más lejos de la realidad, si repasamos las biografías de estos “Persas”. De Ceruelo de la Fuente, ya hemos hablado unos párrafos más arriba. Del líder del grupo e inspirador del Manifiesto, Mozo de Rosales, podemos afirmar que cuando Fernando VII restableció el Consejo de Hacienda (la Agencia Tributaria del Antiguo Régimen), Mozo de Rosales obtuvo plaza como Fiscal y en 1819, fue Ministro de Gracia y Justicia (de haberse opuesto al régimen absolutista: ni el Rey le hubiera ofrecido los cargos, ni el futuro marqués de Mataflorida los hubiera aceptado). En 1822, lidera la Regencia de Urgel, de corte ultra-conservador. Finalmente, sus posiciones reaccionarias radicales, al final de la Década Ominosa, debe exiliarse en el sur de Francia, donde formará parte de los “Apostólicos”, grupo político que será el germen de los carlistas. Así que de moderado, nada de nada. Si nos centramos en el texto, observaremos que simplemente trata de defender el statu quo anterior a 1808. Siguiendo el perspicaz análisis de Rivera García, veremos como los “Persas” rechazan la democracia (a la que atribuyen todos los males de la sociedad) y las libertades, por considerarlas contrarias al orden social. Defienden, por su parte, un orden estamental, a la antigua usanza, en el que la nobleza y la religión tengan preeminencia sobre el “ignorante” pueblo.

La segunda de las manipulaciones que realiza Cigoña en su texto es la exageración de la presunta represión de los liberales durante el Trienio (1820-1823), sin aportar más datos que sus acusaciones; obviando la represión que fue verdaderamente brutal: la realista del Sexenio Absolutista (1814-1820) y de la Década Ominosa (su adjetivo no es casualidad, 1823-1833). Si nos ceñimos a los “persas”, la tan terrible persecución durante el Trienio Liberal se limitó a un Dictamen de las Cortes de fecha 26 de octubre de 1820, por el que fueron despojados de “empleos, honores y demás gracias públicas que hubieran obtenido antes y después del Decreto de 4 de mayo de 1814” (mediante el cual Fernando VII derogaba la Constitución de 1812) y que algunos de ellos  fueron confinados en conventos; pero no tres años, sino, que en la mayoría de los casos no pasaron de pocas semanas. Volvemos a la biografía de Ceruelo de la Fuente para ver que al cabo de unas semanas de proclamarse el régimen liberal, campaba por sus anchas en diversas ciudades castellanas, desarrollando su labor de acoso y derribo de la política de los liberales. Por su parte, la represión absolutista sí que fue implacable. Ya desde 1814, muchos fueron los liberales que se vieron forzados a exiliarse del país, que fueron mucho más afortunados que los que se quedaron. Éstos fueron perseguidos, encarcelados y, en no pocos casos, ejecutados, como fue el caso de Riego, El Empecinado o Torrijos, entre otros muchos. Tal era el grado de represión realista, que incluso escandalizó a sus propios aliados, como el fue el caso del Duque de Angulema, al mando de los 100.000 Hijos de San Luís que, en vistas del sanguinario revanchismo de los absolutistas (a los que habían venido a restituir en el poder), hicieron lo posible para detenerlo, promulgando las Ordenanzas de Andujar, en julio de 1823, para escándalo de los partidarios de Fernando VII.

Fusilamiento de Torrijis, de Antoni Gisbert. Museo del Prado.

Fusilamiento de Torrijos, de Antoni Gisbert. Museo del Prado.

El descubrimiento de la concesión y la medalla contribuyen a contradecir los textos de Diz-Lois y Cigoña, cuando éstos señalan que los “Persas” fueron poco más que condenados al ostracismo por Fernando VII. La verdad es otra. Los “Persas” fueron premiados, y no solo con esta medalla. Como hemos visto, obtuvieron cargos de responsabilidad, incluyendo seis nuevos obispos “persas”, uno de ellos Ceruelo de la Fuente.

Pero bueno, Fontana es uno de los historiadores más eminentes de nuestro país (Doctor Honoris Causa en varias Universidades) y Fernández de la Cigoña es tertuliano en algunos medios de comunicación. Los amantes de la Historia tenemos la obligación de desenmascarar sus falacias.

Volviendo al tema del post, quedémonos con la alegría del descubrimiento de la nueva condecoración.

Para saber más:

FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, Francisco José: Pensamiento Contrarrevolucionario Español: El Manifiesto de los “Persas”.

FONTANA, Josep: La Quiebra de la Monarquía Absoluta. Biblioteca Historia de España. RBA. Barcelona, 2005.

RIVERA GARCÍA, Antonio: El Manifiesto de los Persas o la Reacción contra el Liberalismo Doceañista. Biblioteca Saavedra Fajardo de Pensamiento Político Hispánico.

http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=ceruelo-de-la-fuente-gregorio

http://saavedrafajardo.um.es/WEB/archivos/LIBROS/Libro0092.pdf

http://www.foroxerbar.com/viewtopic.php?t=5833