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Cruz del Campo de Honor. El último misterio de las Guerras de Emancipación Americanas

26 Martes May 2020

Posted by Joan in Condecoraciones españolas

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Antonio Prieto Barrio, Campo de Honor, Fernando VII, Guerras de Emancipación, Laureada, Olañeta, Orden de San Fernando, Simón Bolívar, Virreinato de Nueva España, virreinato del Perú

AVISO DEL AUTOR: posteriores investigaciones acerca de esta condecoración, me llevan a concluir que la Cruz del Campo de Honor no es la medalla que supuse al escribir este artículo. Esta medalla, que era desconocida, ya la he identificado y estoy trabajando en un nuevo artículo para desvelar su nombre y procedencia. Así, la Cruz del Campo de Honor seguirá siendo un misterio. No borro el texto ya que en él, expongo otra informaciones sobre la falerística de las medallas de las Guerras de Emancipación Americanas que creo que siguen siendo interesantes. 

El sistema premial español es probablemente el más complejo y extenso del mundo. Y si las condecoraciones de la primera mitad del siglo XIX son un buen ejemplo, ello llega a su máximo paroxismo en el caso de las medallas españolas de las Guerras de Emancipación Americanas.

Las revueltas en las colonias americanas fueron una constante a lo largo de todo el periodo de ocupación española. Para citar solo algunas de las que tuvieron lugar en diferentes territorios de las colonias en el último cuarto del siglo XVIII, tenemos: la revuelta de José Gabriel Condorcanqui (Tupac Amaru II) en el virreinato de Perú, en 1780; las de los comuneros del Socorro en el de Nueva Granada, en 1781; o la conspiración de los machetes desestabiliza México en 1799. A principios de siglo XIX, las revueltas pasan a ser proclamaciones de independencia, en una evolución que tiene su pistoletazo de salida (y nunca mejor dicho) el 10 de agosto de 1809 cuando la Junta Soberana de Quito proclama la independencia de sus territorios circundantes. A partir de entonces se inicia un proceso de guerras que recorrerán toda la América española y que, con paréntesis de décadas en algún caso, terminará con el Desastre del 98.

Fernando VII, pintado por Francisco de Goya. El Deseado para unos, el Felón para otros.

El periodo de más intensidad (y el más desconocido para el común de los españoles) es el de las Guerras de Emancipación que empezarían con la citada proclamación de 1809 y que terminaría en 1826[1]. Fue un periodo que abarcó un extensísimo territorio y durante un largo periodo de tiempo, en una guerra que fue especialmente cruenta. Este encarnizamiento se acentuó por la alternancia de victorias y derrotas entre los dos bandos, lo que crecieron las represalias, casi siempre sangrientas. Un ejemplo de ello es el Decreto de Guerra a Muerte que Simón Bolívar firmó el 15 de junio de 1813, por el que ordena:

“Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia y mostrar a las naciones del universo que no se ofende impunemente a los hijos de América (…) Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo y castigado como traidor a la patria, y por consecuencia será irremisiblemente pasado por las armas”.

Simón de Bolívar, un personaje no exento de claroscuros.

Siguiendo esta línea, el militar independentista Briceño, organizó un cuerpo de voluntarios, cuyo primer objetivo era el de “destruir en Venezuela la raza maldita de los españoles europeos, en que van inclusos los isleños de Canarias…Ni uno solo debe quedar vivo“. Por matar a 25 españoles, se ascendía a teniente; por matar a 50, a capitán. Este decreto estuvo vigente hasta 1820, pero la guerra a muerte siguió[2]. Y no solo se atacaron a las personas. Como explica Benedet[3] “todo lo proveniente de España “era considerado pobre, vergonzoso, indigno”. La destrucción del barrio colonial español de Buenos Aires por parte de Rivadavia es un ejemplo de ello. El mismo camino recorrieron otras huellas del paso de los españoles por América. Y, como no, los archivos. Muchos archivos fueron destruidos o “se perdieron”. Y si bien es difícil determinar cuántos se destruyeron, sí que parece ser que mucha documentación militar o relacionada con los ejércitos realistas fue pasto de las llamas. Y por su puesto, si algo fue fruto de la destrucción fueron las condecoraciones y uniformes (en los que se cosían los escudos de distinción) del enemigo. Había elementos militares, como las armas y la munición que se podían utilizar independientemente del bando. Pero ¿quién querría conservar las medallas del enemigo? Por ello, lo más probable es que si éstas cayeron en manos del enemigo, las destruyeran. Del mismo modo, los realistas que se quedaron en América y que conservaran condecoraciones o uniformes, se apresurasen a deshacerse de ellos, para evitar embarazosos compromisos.

Dos medallas a los Defensores de la Plata. Obsérvese como en una de ellas se han tratado de eliminar los símbolos reales.

Ello ha significado que las medallas españolas de las guerras de emancipación sean las más complicadas de estudiar. Ya que en algunos casos no es posible ni tan solo determinar cuál era el diseño de alguna de estas condecoraciones. En este texto, vamos a tratar de desvelar una de ellas.

Muchos han sido los estudiosos que han tratado de poner luz a la historia de las condecoraciones realistas. El más exhaustivo de ellos, sin duda se trata Emancipación Americana, de Antonio Prieto Barrio y en el que me basaré para el estudio de estas medallas, sin olvidarme de los estudios clásicos de condecoraciones españolas, y que bien citaré a lo largo del texto o bien listaré en el apartado de la bibliografía. En el Anexo 1 de este texto listaré todas las condecoraciones que han sido catalogadas, ahora me limitaré a enumerar las que se conoce el nombre, pero se desconoce el diseño[4], son las siguientes:

Medalla a Juan Tomás Altamirano. Se tiene constancia de su creación, pero se desconoce el diseño. Fue una medalla en exclusiva para él[5].

Medalla de distinción a los indios zapadores de Jalapa (1813): Para “la compañía de indios zapadores de Xalapa, [que] cumplió sobresalientemente y el señor Olazabal la recomienda al superior gobierno, suplicando la aprobación de una medalla que les concedió para recompensar su patriotismo”[6]. Pero durante mi investigación, he encontrado un texto en el que, según García Ruiz, esta condecoración se trataba de un “escudo de plata que tenía grabadas las armas de la villa de Xalapa”[7].

Medalla de distinción de la ciénaga de Santa Marta (1815): Concedida por la victoria naval de 28 de marzo de 1814 alcanzada en la ciénaga de Santa Marta por la División de Bongos[8].

Escudo o medalla de distinción de Yesera: se la da la instrucción al coronel Lavin para que “determine un escudo o medalla con el lema que le parezca más análogo que sirva al mismo tiempo de premio a todos los valientes individuos, que tan bizarramente han correspondido a su deber”[9] en el combate de Yesera.

Finalmente, tenemos las dos últimas medallas:

Medalla de Distinción del Ejercito Real del Perú: La cinta con cinco listas, la central blanca, las siguientes, gualda y las de los extremos rojas[10]. Y a la que incluye esta ilustración:

 

Cruz del campo de honor: de la que Prieto Barrio nos indica:

“En estos mismos días, observando el general la Serna que los oficiales es de los cuerpos del país, al ver que los expedicionarios no llevaban escudos y sí cruces de distinción por las batallas y acciones de la Península, principiaban a tener en poco aprecio los que ellos habían obtenido por las de América, quiso ocurrir a este inconveniente creando una distinción con el nombre de Cruz del campo de honor, que supliese a la de San Fernando, cuyos trámites hacían inútiles sus efectos en este país por la tardanza que debía sufrir la expedición de las cédulas. El brigadier Olañeta fue el primero que obtuvo esta condecoración por la sorpresa de Yavi (Jujuy, actual Argentina), declarándole además presidente nato de los consejos que se celebrasen en lo sucesivo para la adjudicación de estas distinciones. La elección, diseño y reglamento de la referida cruz fueron aprobados por el Rey N. S. en diciembre de 1821”[11].

Así pues, nos encontramos ante una condecoración tan importante como desconocida. Nada más y nada menos que una cruz que sería paralela a la Orden de San Fernando mientras ésta se tramitaba en la metrópoli y a menudo pasaban años hasta su concesión.  En definitiva, se trata una cruz otorgada al valor heroico en grado sumo creada solamente para hechos en Sudamérica, pues indica en los motivos de su creación la necesidad de premiar rápidamente actos de heroísmo.

El presidente de los Consejos de la Cruz del Campo de Honor fue, como se cita arriba, Pedro Antonio de Olañeta Marquiegui[12], quien además encabezaba sus documentos con la siguiente presentación:

  1. Pedro Antonio de Olañeta, Caballero de la Real Orden de San Fernando, Comendador de la americana de Isabel la Católica, condecorado con la Cruz del Campo de Honor, Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos, Capitán general de las provincias del Rio de la. Plata, Superintendente Subdelegado de Real Hacienda[13].

A la muerte de éste, en abril de 1825, no hay constancia documental que su cargo como presidente de los Consejos de la Cruz del Campo de Honor pasara a otra persona.

Pedro Antonio de Olañeta.

Lo cierto es que la concesión de las órdenes de San Fernando no era precisamente vertiginosa. Por ejemplo, al teniente de navío Pascual María Cañizo y Pareja, al mando del navío Esmeralda que rechazó el traicionero abordaje del navío Lautaro en julio de 1818, recibió la concesión de la Laureada en 1827 lo que explicaría la creación de dicha Cruz.

Por otro lado, es muy difícil poder determinar al no localizarse archivos cuántas cruces del Campo de Honor se concedieron a lo largo de las guerras de emancipación ya que, al parecer, sobre todo hacia el final de la contienda se concedieron órdenes de San Fernando con una cierta profusión. Así, por ejemplo, por la defensa del castillo de San Juan de Ulúa, en el Virreinato de Nueva España, se entregaron hasta 138 Cruces Laureadas de San Fernando de 2º clase a los defensores que habían sobrevivido. La acción, que tuvo lugar en noviembre de 1825, pero las Laureadas no se aprobaron hasta febrero de 1827. Mientras que por la defensa de la plaza del Callao (Perú), del 9 de diciembre de 1824 al 23 de enero de 1826, se concedieron 11 Órdenes de San Fernando de 2º clase en mayo de 1831, siempre mucho más tarde.

Pero ¿cómo podría ser esta medalla?

El experto y coleccionista de condecoraciones españolas de la primera mitad del siglo XIX, Jaume Boguñà, cree que posiblemente la condecoración podría ser esta:

Anverso.

Reverso.

Variante sin monograma ni granada central pintada:

Variante.

Lo cierto es que hay elementos que me inclinan a pensar que Jaume Boguñà pueda tener razón. Para empezar, la medalla que presenta está sin identificar. Varias de sus características nos llevan a concluir que se trata de una pieza del primer tercio del siglo XIX, a saber: el tipo de esmalte al fuego, el diseño, la anilla tipo churro (anterior a las que son circulares de fechas posteriores) y por el tipo de pintura que presenta el monograma real y la granada pintada a mano. Si concluimos que es de esta época, tenemos que todas las condecoraciones peninsulares ya han sido identificadas, por lo que tendría que ser una condecoración de las Guerras de Emancipación. Si continuamos en esta vía, parece claro que una clara referencia a los Reyes Católicos la inhabilita como medalla de los patriotas independentistas, con lo que debería ser una medalla realista. Dentro de las medallas realistas, hemos dicho que las que quedaron sin determinar cuál es su diseño son las siguientes y me atrevo a exponer los motivos por lo que no creo que la medalla que se presenta sea ninguna de éstas:

Medalla a Juan Tomás Altamirano: esta es una de las condecoraciones que se entregaban a una única persona (a veces, a dos personas), por una acción de destacado mérito. Normalmente, caciques locales de origen indio. Estas condecoraciones nunca eran esmaltadas.

Medalla de distinción de la ciénaga de Santa Marta: al ser una condecoración de una campaña muy concreta, similares condecoraciones no solían ir esmaltadas, en cualquier caso, deberían hacer referencia de alguna manera, clara y específicamente al combate que premia, y no es el caso.

Escudo o medalla de distinción de Yesera: un caso similar al anterior, ni tan solo queda claro que realmente existiera, máxime si tenemos en cuenta que el coronel Lavin, el encargado de diseñarla no tardó en pasarse al bando de los patriotas independentistas.

Medalla de distinción del Ejercito real del Perú: la propuesta que presenta Prieto como, que indica que podría ser también la Cruz del Campo de Honor, si bien la medalla esta orlada con laureles, éstos no están situados alrededor de la cruz (como corresponderían en una laureada), sino que la coronan. Por otro lado, la medalla que presenta el Sr. Boguñà presenta la cifra “F Y”, que hace referencia a los Reyes Católicos, mientras que si fuera una medalla correspondiente al Virreinato del Perú tendría más sentido que figuraran las cifras “I K” que aparecen en el escudo de este virreinato y que hacen referencia a Juana I y Carlos I, bajo cuyo reinado se fundó la ciudad de Lima y se creó el virreinato. Además, una condecoración al valor heroico que sustituyera o fuese paralela a la Orden de San Fernando creada en 1811, debería llevar espadas (al igual que la ya citada Orden), que es el caso de esta condecoración que es la única que las tiene en esa contienda.

En referencia a la citada cruz, tiene los siguientes elementos que me inclinan a pensar que, efectivamente, se trata de la Cruz del Campo de Honor, aparte de ya los citados anteriormente: esta cruz incluye laureles que la rodean y espadas colocadas de la misma forma que la Orden de San Fernando; las cifras de los Reyes Católicos pueden hacer referencia a la universalidad de la condecoración en todo el territorio americano, ya que fue bajo su reinado que se descubrió el continente; finalmente, la granada, no la interpreto como símbolo del Virreinato de Nueva Granada, sino que la granada rajada en su fruto para que se viera su interior, era el símbolo de la monarquía hispánica[14], lo que nuevamente permite pensar que se trata de una condecoración para el conjunto del continente americano y no para ningún virreinato en concreto, hay que tener en cuenta que el resto de piezas localizadas de aquella guerra incluyen en su diseño el lugar del hecho bélico además de la fecha y esta no, siendo la única que es así curiosamente.

El Sr. Prieto Barrio, por su parte, señala que, si la Cruz del Campo de Honor tenía por objeto sustituir a la Orden de San Fernando, teniendo en cuenta el diseño de ésta última según su tercer reglamento (10 de julio de 1815), también la Cruz de Distinción del Ejército Real del Perú también podría ser compatible como la “medalla de sustitución”. Aunque si bien en diseño original de la cruz recuerda al de la Orden de San Fernando, los laureles no la rodea, sino que la coronan. Por otro lado, las espadas como uno de los elementos idiosincrásicos de esta orden no aparecen hasta 1835, oficializándose en el reglamento de 1856.

Así pues, lamentablemente, sin un soporte documental, estas suposiciones, por más que nos puedan parecer indicios más o menos sólidos, no nos permiten concluir fehacientemente cuál es el verdadero diseño de la Cruz del Campo de Honor. No queda más que esperar a que investigadores sigan sacando a la luz nuevos documentos que nos permitan soportar documentalmente nuestra afirmación. 

A continuación, ilustramos algunas piezas de esta época y guerra:

Medalla de Aculco, Guanajato y Puente Calderón; Cruz de Cartagena de Indias; y Medalla de Distinción de Etzacopuzalco.

Mi sentido agradecimiento a Jaume Boguñà i a Antonio Prieto Barrio por su inestimable ayuda en la redacción de este texto.

Notas:

[1] Cabe tener en cuenta dos aspectos a parte, que añaden complejidad al asunto: los países que terminaron independientes del dominio español no conformaron el actual mapa político de Latinoamérica, posteriormente hubo movimientos independentistas (y cruentas guerras) en el interior de ellos. Por otro lado, España no reconoció la independencia de estos territorios hasta la década de 1840.

[2] Hay algún historiador que ha obviado la violencia realista, lo cierto es que las matanzas se produjeron en los dos bandos. A modo de ejemplo es la guerra de guerrillas que se produjo en el Alto Perú y en el que no se tenía por costumbre tomar prisioneros: las ejecuciones de éstos eran la norma. O la sangrienta batalla de Junín, una de las últimas de la guerra, en el que las circunstancias de la batalla no permitieron que se pegara ni un solo tiro: la batalla se desarrolló a sablazos y lanzazos. O lo que sería lo mismo: una batalla medieval sin armaduras.

[3] Benedet (2012).

[4] Si bien dentro del sistema premial se deben incluir los Escudos de Distinción, el objeto de este texto es el de identificar una medalla en concreto, por lo que me voy a centrar en las medallas. Las obras que cito en la bibliografía tratan con detalle el extenso tema de los Escudos de Distinción.

[5] Prieto Barrio (2019), p. 12.

Sobre esta medalla no he encontrado más referencia que en PORTILLO VALDÉS (2011), pg. 202: “Juan Tomás Altamirano, gobernador de naturales en 1810 [de Tlaxcala], exhibía ante el cabildo orgulloso la medalla que le había hecho llegar el virrey Venegas «en premio de fidelidad», por haber abortado un intento de introducción de los insurgentes en la provincia. En ese acto no sólo se exhibía el honor personal y familiar, sino del de la provincia que, mediante la demostración de fidelidad, de nuevo, buscaba reforzar su propia posición foral”. Si bien, no se hace ninguna referencia a su diseño.

[6] Prieto Barrio, Op. cit., p. 37

[7] García Ruiz (2016), p. 27. “En reconocimiento a estos servicios, el ayuntamiento constitucional de Xalapa condecoró a sus “ciudadanos naturales” con un escudo de plata que tenía grabadas las armas de la villa de Xalapa”, según documento encontrado en el Archivo Histórico Municipal de Xalapa, Actas de Cabildo de 1814, f. 10.

[8] Prieto Barrio, Op. cit., p. 64. La Provincia de Santa Marta fue una entidad administrativa del Imperio Colonial español que formaba parte del Virreinato de Nueva Granada. Estaba situada en al norte de la actual Colombia, en la desembocadura del río Magdalena, lindando con la Provincia de Cartagena. Fue una provincia que se mantuvo fiel a la Corona Española.

[9] Prieto Barrio, Op. cit., p. 83. Yesera pertenece hoy en día a la ciudad de Tarija, en la actual Bolivia. Fue escenario de sangrientos enfrentamientos entre las tropas realistas y grupos de guerrilleros. El 14 de octubre de 1816, días después de este combate a las afueras de Tarija tuvo lugar una batalla en la que el ejército realista comandado por el coronel Lavin derrotó a las tropas que habían juntado los líderes montoneros (guerrilleros) Eustaquio Méndez Arenas, Ramón Rojas y José María Avilés. Lavin capturó numerosísimos prisioneros. A muchos de ellos los fusiló en el mismo campo de batalla. A los demás, los llevó a la ciudad de Tarija. Unos cuantos pudieron reunir el dinero para pagar su rescate, pero los que no carecieron de medios, fueron masacrados en la misma ciudad. Interesante personaje, Lavin, fue carismático, resolutivo, cruel y despiadado. En 1821, cambió de bando, siendo encarcelado en Cuzco. En la cárcel promovió un motín para liberar la ciudad y murió en los combates posteriores. En ningún lugar he visto referencia a que, finalmente, se llegase a crear esta condecoración, ya fuera en forma de medalla o escudo de distinción.

[10] Prieto Barrio, Op. cit., p. 125.

[11] Prieto Barrio, Op. cit., p. citando TORATA, Conde de: Refutación que hace el mariscal de campo don Jerónimo Valdés del manifiesto que el teniente general don Joaquín de la Pezuela imprimió en 1821 a su regreso de Perú. Madrid, Imprenta de la Viuda de M. Minuesa de los Ríos, 1895. p. 173.

[12] Pedro Antonio de Olañeta Marquiegui (1770 -1825) fue un militar vasco nacido en el municipio guipuzcoano de Elgeta. De familia muy humilde, siendo adolescente, emigró con su familia a la región de Potosí, donde forjaría una fortuna con sus actividades mercantiles, llegándose a convertir en un importante terrateniente. En 1810, al materializarse las primeras revueltas independentistas, tras un titubeo inicial, formó parte del bando realista, participando como comandante de las milicias contra los independentistas argentinos en el Alto Perú. Por sus acciones en la provincia de Jujuy que culminaron con la ocupación de la capital recibió la Laureada de San Fernando. Ascendió a general de brigada y, posteriormente, a mariscal de campo. Fue un furibundo absolutista, que no reconoció la autoridad del virrey del Perú, La Serna, cuando éste fue confirmado en su cargo por el nuevo gobierno liberal en España. Los conflictos entre liberales y absolutistas en el Alto Perú se materializaron en enero de 1824, cuando Olañeta se rebeló militarmente contra La Serna. Sus tropas, para asombro de los independentistas, llegaron a combatir las unas contra las otras. Olañeta llegó incluso a pactar con el propio Bolívar, para poder conseguir el virreinato. Esta revuelta, provocará que las tropas realistas de Canterac queden aisladas en Junín, lo que aprovecharán los bolivarianos para presentar batalla y vencerlos. Absolutistas y liberales pactan una tregua y el reparto del territorio del Alto Perú, pero la derrota Ayacucho y la ocupación de La Paz por parte del ejército patriota, la suerte ya está echada para los realistas del Perú. En un intento desesperado, acaso ya inútil, de voltear la situación, el 1 de abril de 1825 Olañeta presenta batalla en Tumusla, pero sus tropas serán derrotadas y él herido de muerte, falleciendo al día siguiente. Si había alguna posibilidad de vencer a los bolivarianos, su revuelta había terminado con ella. En julio de 1825, Fernando VII, que aún no conocía la noticia de su muerte lo nombra Virrey de Perú. Un Virreinato que ya no existía para un hombre que ya estaba muerte. Tétrica metáfora.

[13] Gazeta de Madrid del 24 de agosto de 1824, página 430.

[14] García Garrido (2004): nos explica que la granada es un símbolo de los reyes de Castilla desde Enrique I. Los Reyes Católicos, si bien tienen el yugo y las flechas como símbolo personal, usan la granada como símbolo de la monarquía hispánica.

ANEXO 

El listado de las condecoraciones militares realistas identificadas por Prieto Barrio:

Virreinato del Río de la Plata:

Medalla de la defensa de Buenos Aires (1809)

Medalla de distinción de los emigrados de Salta (1813)

Virreinato de Nueva España:

Medalla a Juan Tomás Altamirano (1810)

Medalla de Aculco, Guanajuato y Puente Calderón (1811)

Medalla de Mextitlán de la Sierra (1811)

Medalla de distinción a los indios zapadores de Jalapa (1813)

Medalla de distinción por la batalla de Puruarán (1814)

Medalla de distinción de la ciénaga de Santa Marta (1815)

Medalla de distinción de la Compañía de Zapadores naturales de Jalapa (1816)

Cruz de Borgoña

Medalla de distinción por la batalla de Etzcapuzalco (1821)

Virreinato de Perú:

Medallas por la acción de Huaqui (1811)

Medalla de distinción de la acción de Potosí (1812)

Medalla de distinción de la batalla de Ayohuma (1813)

Medalla de Pilaya y Paspaya (1816)

Medalla a los vencedores de La Laguna y Villar (1816)

Escudo o medalla de distinción de Yesera (1816)

Medalla a los defensores de La Plata (1817)

Medalla de distinción del Ejército real del Perú (1818)

Medalla de distinción de la defensa de El Callao (1819)

Cruz de distinción de Perú (1822)

Cruz de distinción de Torato (1822)

Cruz de distinción de Arequipa (1823)

Cruz de distinción de la batalla de Ica (1822)

Cruz de distinción de la batalla de Moquehua (1822)

Capitanía General de Chile:

Medalla conmemorativa de la reconquista de Chile (1814)

Cruz de distinción de Talcahuano (1818)

Capitaía General de Venezuela:

Medalla del Caño del estero de Pasacaballos (1816)

Medalla de la fidelidad de las americanas (1820)

Medalla de la pacificación de las provincias de Venezuela (1818)

Cruz de distinción por la acción del puente del Mono (1822)

Virreinato de Nueva Granada:

Medalla del auxilio de Santa Marta (1816)

Cruz de Cartagena de Indias (1816)

Gobernación y Comandancia General de Santo Domingo:

Medalla de distinción de Santo Domingo (1817)

Cuba:

Medalla al mérito (1810)

Entidad Administrativa indeterminada:

Premio a la fidelidad (1812-1814)

Medalla personal de Juan Bautista Sánchez (1817)

Cruz del campo de honor (1821)

En el Grávalos-Calvo, se añaden:

Medalla de Distinción de Querétaro (1810)

Medalla de la Sedición del Perú (1811)

En la colección Condes de Cartagena:

Medalla para la Pacificación de las Provincias de Venezuela (1818)

Esta condecoración se puede ver en: http://condecoracionesdevenezuela.com/periodo-colonial/

 

Bibliografía principal:

GOMILA, Juan Alberto y LUQUI-LAGLEYZE, Julio M.: “Medallas y condecoraciones militares españolas por las guerras de América, 1800-1826”

GRÁVALOS GONZÁLEZ, Luis y CALVO PÉREZ, José Luis: Condecoraciones Militares Españolas. Editorial San Martín. Madrid, 1988.

PÉREZ-GUERRA: Órdenes y Condecoraciones de España. 1800-1975. Zaragoza, 2000.

PRIETO BARRIO, Antonio (et alt.): Emancipación Americana. Actualización de 5 de septiembre de 2019.

Bibliografía complementaria:

ALBI DE LA CUESTA, Julio: Banderas Olvidadas. Editorial Despertaferro. Madrid, 2019.

BENEDET, Verónica: “La Arquitectura Colonial De Buenos Aires”, en Bibliographica Americana. Revista Interdisciplinaria de Estudios Coloniales. Buenos Aires, 2012.

CEBALLOS-ESCALERA Y GILA, Alfonso de: “Condecoraciones y Escudos de Distinción el Ejército Real del Perú (1813-1816) en el nº 61 de la Revista de Historia Naval. Instituto de Historia y Cultura Naval de la Armada Española. Madrid, 1998.

GARCIA GARRIDO, Sebastián: “La granada, símbolo de reyes y de la monarquía española”, en Boletín de Arte nº25. Universidad de Málaga, 2004. Págs.2004) 127-148.

GARCÍA RUIZ, Luis J.: “Lealtad y privilegios. La participación de la república de indios de Xalapa en la guerra de independencia, 1810-1824”. 2016.

GAZETA DE MADRID.

MAIER, Jorge: Antigüedades. Siglos XVI-XX. Real Academia de la Historia. Madrid, 2005.

MEMORIAL DE INFANTERÍA. Revista del Arma de Infantería. Nº 77. Ministerio de Defensa. Madrid, 2018.

PORTILLO VALDÉS, José M.: “Jurisprudencia constitucional en espacios indígenas. Despliegue municipal de Cádiz en Nueva España” en Anuario de Historia del Derecho Español. Tomo LXXXI. Ministerio de Justicia. Madrid, 2011.

RODRÍGUEZ BELLES, Antonio: Medallas y Ascensos en sus documentos. 1811-1931. Tantín Ediciones. Santander, 2017.

VVAA: Historia de los Premios Militares. Tomo III. Buenos Aires.

http://www.saij.gob.ar/docs-f/biblioteca_digital/libros/edicion-oficial_historia-premios-militares_t03_1910/edicion-oficial_historia-premios-militares_t03_1910.pdf

Internet permite el acceso a obras antiguas muy difíciles de encontrar en las bibliotecas de fuera de la red. También he consultado estos libros, si bien no han aportado ninguna información relevante para este estudio, los incluyo ya que puede que lo sean para futuras investigaciones y le puedan servir al lector:

ROSA, Alejandro: Historia de los Premios Militares. Buenos Aires, 1892

ROSA, Alejandro: Monetario Americano Ilustrado. Buenos Aires, 1892.

TORIBIO MEDINA, José: Medallas Coloniales Hispano-Americanas. Santiago de Chile, 1919.

VELASCO DUEÑAS, José: Cruces y Medallas de Distinción de España. Madrid, 1843.

Dos almas y una bandera

19 Miércoles Nov 2014

Posted by Raimundo de Miguel Alonso in Galería de personajes ilustres

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América, América Colonial, Federico de Madrazo, Fernando VII, Guaqui, Guerra de la Independencia, José Bonaparte, José Manuel Goyeneche, Madrazo, Orden de Carlos III, Orden de Isabel la Católica, Orden de San Fernando, Orden de San Hermenegildo, Perú, virreinato del Perú

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D. JOSE MANUEL DE GOYENECHE
CAPITAN GENERAL DEL PERÚ.
I CONDE DE GUAQUI.
GRANDE DE ESPAÑA.
Arequipa (Perú) 1776, Madrid 1846.

El magnifico cuadro de Federico de Madrazo, como casi todos los que hizo por otro lado este genial y admirable pintor, sobre el militar olvidado y casi inédito D. José Manuel de Goyeneche y Barreda, pone de manifiesto una vez mas nuestra muchas veces inexplicable capacidad como nación para el olvido de ciertos personajes que merecerían no serlo jamás.

Cuantas veces habremos leído, incluso escrito en esta humilde galería de personajes ilustres (y desterrados) esta misma consideración, que razón casi patológica explica razonablemente algo así. Quien olvida, además de ofender la memoria y las gestas de los olvidados, se enfrenta a un libro aparentemente en blanco cuando en realidad contiene cientos de historias como esta. Una amnesia, que como en algún otro caso reciente, esperamos sea reparada lo antes posible.

La vida y vicisitudes de nuestro poco conocido personaje se inician en 1776 en el entonces poderoso Virreinato del Perú. Muy joven se traslada a España para iniciar sus estudios de armas, que una vez finalizados le permitirán alcanzar el grado de Teniente de Caballería y posteriormente de Capitán de Granaderos con muy pocos años. Interviene posteriormente en dos ocasiones en la defensa del sitio de Cádiz contra la agresión británica, destacando por su arrojo y aptitudes de mando.

En 1808, en plena Guerra de la Independencia, alcanza el grado de Brigadier y es nombrado por el Rey Felón, Fernando VIII, representante de la Corona en el Perú. Como consecuencia de una gestión muy eficaz es nombrado posteriormente Capitán General y Presidente de la influyente Real Audiencia de Cuzco.

En 1809 al mando de los Ejércitos Realistas derrota en repetidas ocasiones a las tropas insurgentes rioplatenses en las batallas de La Paz, Guaqui, Cochabamba y alguna más, restituyendo la hegemonía española en estos territorios. Por su victoria en la importante batalla de Guaqui se le concede su titulo nobiliario.

Grabado de la batalla de Guaqui.

Grabado de la batalla de Guaqui.

Pero la tranquilidad en esta zona del imperio español duraría poco ya que la mecha estaba encendida desde hacía tiempo. En 1813 se ve obligado a regresar a España de forma precipitada y poco decorosa al tener que asumir la derrota de un subordinado, el General Tristán, que no consultó con él una operación abocada al fracaso en territorio argentino y que concluyó en la derrota de Charcas ante el célebre general Belgrano.

Hasta aquí la breve mención, en realidad solo una aproximación, de sus méritos y avatares. Pero lo que realmente le convierte en un personaje particularmente controvertido es el hecho de que en su tierra se le acusaba de ser español y en España de ser peruano. Esta dualidad, absolutamente compatible por otro lado pero habitualmente objeto de censura, le confirió un cierto estigma de personaje incomodo para todos, marcando una personalidad, -que tal como refleja el “fotográfico” retrato de Madrazo-, subraya un cierto aire enigmático y casi misterioso, en mi opinión, realmente fascinante.

Esa dosis de incomprensión, de cierta soledad y aislamiento frente a entornos poco amigables y desconfiados no impidió por otro lado reconocimientos en vida dada su indudable valía. Fue Vocal de la Junta de Guerra, Diputado y Senador vitalicio, Gentilhombre de Cámara, Consejero de Estado, Comisario Regio del Banco de San Fernando, antecedente histórico y estructural del posterior Banco de España, etc.

Estaba en posesión, entre otras muchas distinciones civiles y militares, de las Grandes Cruces de Carlos III e Isabel la Católica, de San Hermenegildo y San Fernando, siendo también Caballero de la Orden de Santiago y Comendador de la Orden Pontificia de San Gregorio Magno.

Recientemente el escritor peruano Jorge Eduardo Benavides, en su libro “El Misterio del Convento”, ha rescatado afortunadamente su figura y los paisajes evocadores del Perú colonial, criollo y mestizo, español y americano, en un momento de nuestra historia donde el sol, antes siempre brillante y en lo más alto, iniciaba su irremediable ocaso.

Grabado de la Lima colonial.

Grabado de la Lima colonial.

Una historia de piratas. El rescate de la fragata Mercedes.

04 Jueves Sep 2014

Posted by Raimundo de Miguel Alonso in Eventos, museos y exposiciones

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Carlos IV, cazatesoros, El Callao, España, Fragata Mercedes, Godoy, Jorge III, La Habana, Madrid, Mercedes, Museo Arqueológico Nacional, museo naval de madrid, Odissey, Odissey Marine Exploration, Orden de Carlos III, piratas, piratería, Reino Unido, Toisón de Oro, virreinato del Perú

Exposición simultánea en el renovado Museo Arqueológico Nacional y en el Museo Naval de Madrid. Hasta el 30 de noviembre de 2014. Entrada gratuita.

La fragata Mercedes en plena acción

La fragata Mercedes en plena acción

La increíble historia que a continuación compartiremos con todos vosotros y que se recoge en detalle en dos magnificas exposiciones temporales en el MAN y en el Museo Naval de Madrid, pone una vez mas de manifiesto la gigantesca historia naval española y también nos demuestra hasta que punto este capítulo de nuestra peripecia colectiva como nación empieza a ser debidamente tratado después de siglos de ignorancia y un cierto desdén institucional.

El hundimiento en 1804 de esta nave botada en los astilleros de La Habana en 1786 y su muy valioso cargamento durante el reinado del incalificable Carlos IV, tiene todos los tintes de una tragedia clásica, pero sin embargo y por distintos avatares que luego explicaremos en detalle, ha logrado un desenlace dichoso y me atrevo a decir, realmente excepcional.

Tanto las circunstancias de su hundimiento como los de la posterior localización y rescate del contenido de la nave son una verdadera ignominia y ponen de manifiesto muchas cosas sobre ciertas sociedades anglosajonas con una a veces inmerecida fama de garantes de la civilización y muy dados a dar lecciones morales al resto de los mortales.

Carlos IV visto por Francisco de Goya

Carlos IV visto por Francisco de Goya

El contexto en el que se producen los funestos acontecimientos del Cabo Santa María el 5 de octubre de 1804, muy cercana ya la nave al puerto de destino en Cádiz y divisando de cerca la costa portuguesa, podemos calificarlo de tensa calma pero sin una declaración de guerra previa entre el Reino Unido y España. Es decir, se dan dentro de una situación de paz a todos los efectos legales e incluso morales. Este factor hace del hundimiento como tal un pasaje muy oscuro e injustificable de la historia naval militar británica, pura piratería.

La flota dentro de la cual se encontraba encuadrada La Mercedes y compuesta también por las fragatas Clara, Medea y Fama había zarpado rumbo a España desde el puerto de Montevideo, habiendo cargado previamente su contenido en el puerto de El Callao con valores y enseres procedentes del poderoso y rico virreinato del Perú. Hablamos según todos los expertos del mayor hallazgo de monedas jamás rescatado hasta la fecha de un pecio de cualquier nacionalidad. Alrededor de medio millón de monedas de oro y plata acuñadas en los territorios de ultramar con la efigie de Carlos IV, que sumaban en el caso de las piezas mas numerosas de plata, unas 17 toneladas de este metal.

Moneda de oro de Carlos IV

Moneda de oro de Carlos IV

Monedas de oro de Carlos IV recuperadas de la fragata Mercedes, en las que se aprecia el efecto de la corrosión marina

Monedas de oro de Carlos IV recuperadas de la fragata Mercedes, en las que se aprecia el efecto de la corrosión marina

Retrato del ínclito Godoy, luciendo nada más y nada menos que la Orden de Carlos III, la Orden de Cristo portuguesa, Santo Espíritu francesa, Toisón de Oro, Caballero de la Orden de Malta y de la Orden de Santiago, entre otras muchas.

Retrato del ínclito Godoy, luciendo nada más y nada menos que la Orden de Carlos III, la Orden de Cristo portuguesa, Santo Espíritu francesa, Toisón de Oro, Caballero de la Orden de Malta y de la Orden de Santiago, entre otras muchas.

La pequeña flota, que por orden del entonces poderosísimo e intrigante Manuel Godoy se componía de buques de guerra y no de naves mercantes escoltadas, fue atacada como decíamos por una flotilla inglesa mucho mas potente y mejor armada al mando del nefasto Graham Moore, después de una inasumible propuesta de entrega de las naves y su contenido para viajar a Inglaterra como rehenes. Ante esta situación el jefe de la flota española, José de Bustamante, y el capitán de La Medea y segundo en el mando, Diego de Alvear Ponce de León, se aprestaron a un combate épico y desigual que termino con la explosión de La Mercedes al ser alcanzada de lleno su santabárbara por una bala roja. Se da la terrible circunstancia que toda la familia de Diego de Alvear salvo uno de sus nueve hijos, hallaron la muerte en La Mercedes. Hablamos en total de unos 250 muertos aproximadamente en el conjunto de los combates de ese día.

Graham Moore

Graham Moore

Diego de Alvear Ponce de León, luciendo la Orden de San Hermenegildo

Diego de Alvear Ponce de León, luciendo la Orden de San Hermenegildo

Después de la batalla, las naves y sus tripulaciones fueron trasladadas contra su voluntad a Inglaterra y posteriormente puestos en libertad previa indemnización. El suceso fue recogido por la opinión publica de la época, incluida la británica, con unánime critica por tan tremenda agresión. Como consecuencia de todo ello, en diciembre de 1804 España declara la guerra a la Inglaterra de Jorge III y de algún modo se establece el preámbulo de la posterior y decisiva batalla de Trafalgar en 1805.

Hasta aquí el pasaje estrictamente histórico, la primera parte de la ignominia podríamos decir, pero hay una segunda no menos bochornosa y tremenda. En 2007, y después de una imaginamos concienzuda y pormenorizada investigación, entre otros lugares en el soberbio Archivo de Indias de Sevilla…, la empresa privada de arqueología “Odissey Marine Exploration Inc.”, localiza y exhuma los restos trasladándolos de forma clandestina a los Estados Unidos sabedora sin duda alguna de lo ilegal de su increíble y valiosísimo botín.

Se produce un seguimiento mediático masivo del asunto a partir de la noticia de una escala técnica en Gibraltar de un barco con una carga incierta. Desde un primer momento las autoridades españolas sospechan que se puede tratar del contenido de un barco de bandera española, que a la vista de la legislación vigente, es un territorio inviolable propiedad de cada estado, además del cementerio de doscientos y pico infortunados compatriotas. Ese ha sido en gran medida el corpus y línea argumental de la demanda contra los cazatesoros.

El Gobierno de España y en su nombre el Ministerio de Cultura, asesorado siempre de forma activa por nuestra Armada, inicia un litigio muy complejo que ha durado cinco largos años y que finalmente ha dado la razón a España permitiendo la recuperación de toda la carga y múltiples objetos robados. La importancia de este hecho es manifiesta en tanto en cuanto sienta jurisprudencia y preserva, eso esperamos todos, estos valiosos legados de aventuras similares. Hay que reconocerle a los tribunales norteamericanos que la sentencia fuera en contra de una empresa de ese país, erradicada en Tampa, y a favor de un tercero aunque este fuera un gobierno soberano. Todo un ejemplo de imparcialidad y justicia en el sentido estricto de la palabra del que deberían tomar nota algunos a este lado del atlántico.

La visita de esta exposición es, sin duda, una cita obligada para este otoño.

Reproducción de una de las cubiertas de la fragata Mercedes, que se puede ver en la exposición

Reproducción de una de las cubiertas de la fragata Mercedes, que se puede ver en la exposición

 

Para saber mas:
http://www.man.es
http://www.armada.mde.es

 

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