Como continuación de nuestra serie de medallas africanas, hoy vamos a empezar con las que se concedieron durante la Guerra de Marruecos (1909-1927). No recordaremos la importancia del conflicto, si bien vamos a contextualizarlo brevemente.
Medalla de Melilla. Plata, versión para oficiales con cinco pasadores. Anverso.
Antecedentes
La Guerra de África (1859-1860) no supuso una pacificación de la región septentrional de Marruecos. Un ejemplo de ello, lo vemos en lo que se conoce como la Guerra de Margallo (1893-1894). El general García-Margallo (bisabuelo del actual Ministro de Asuntos Exteriores), gobernador de Melilla, con la aprobación de las autoridades marroquíes, empezó la construcción de diversos fuertes fuera del perímetro melillense, para protegerse de los constantes ataques de los rifeños. Pero uno de estos fuertes, provocó la destrucción de un antiguo cementerio en el que estaba enterrado un venerado santón, lo que provocó una insurrección general de la región. Al ejército español le costó mucha sangre sofocar la revuelta; entre ella, la del propio general García-Margallo(1). Pero el territorio nunca se apaciguó del todo.
Medalla de Melilla. Bronce, versión para suboficiales y tropa. Anverso.
La guerra
Así, entre pequeñas escaramuzas y periodos de relativa calma, los acontecimientos se precipitaron en el verano de 1909. El sultán de Marruecos concedió la explotación de las minas de Ben-ibu-Ifru a una sociedad compuesta por el marqués de Comillas, la familia Güell y el conde de Romanones (a la sazón, ministro en el gobierno de Maura). Para poder explotar las minas, hacía falta un ferrocarril que las conectara con Melilla y fue durante la construcción de las vías del ferrocarril que sus trabajadores fueron atacados. La respuesta del gobierno fue implacable y se declaró la guerra. Lo que viene, es de sobra conocido, desastres como el Barranco del Lobo o el Annual, heroicidades como la carga de Taxdirt o el impresionante desembarco de Alhucemas… sin olvidar que en la península, la llamada a armas de los reservistas provocó disturbios en ciudades como en Madrid y una verdadera revuelta en Barcelona, hechos conocidos como la Semana Trágica.
La medalla
El 20 de marzo de 1910, una Real Orden establecía la creación de la Medalla de Melilla (2). Se trata de una medalla ovalada de 38mm de alto y 30mm de ancho, a la que se adosará una corona real, a la que se unirá una cinta de 3cm de color anaranjado, con una aspa roja para los heridos. En el anverso, aparece el busto del Rey y la inscripción CAMPAÑA DEL RIF. El reverso está constituido por una figura de la victoria de Samotracia y en el fondo la Alcazaba de Zeluán con un sol naciente y las laderas del Gurugú (3). Entre los primeros pasadores, se encontraban:
1. SIDI HAMET EL HACH-GURUGÚ
2. QUEBDANA
3. TAXDIRT-HIDUM-ZOCO EL HAD
4. NADOR-ZELUÁN-ZOCO EL JEMIS
5. ATLATEN
6. PEÑÓN-ALHUCEMAS
Medalla de Melilla. Plata. Detalle del reverso, en el que se puede apreciar la firma del fabircante, Faci e Hijos, de Zaragoza.
La medalla de los oficiales era de plata (o metal plateado) y en bronce para suboficiales y tropa (más adelante, se hizo extensible a soldados indígenas, civiles y personal sanitario) que cumplieran una de las siguientes condiciones: dos meses en la zona de combate (o haber navegado dos meses en la zona, en caso de marineros); haber participado en un acto de guerra; haber sido herido; o haber estado un mínimo de cuatro meses en el teatro de operaciones. El 19 de septiembre de 1912, una nueva Real Orden incluía una nueva lista de pasadores para conmemorar notables hechos de armas, a saber:
7. KERT
8. GARET DE BENI BU YAHÍ
9. BENI BU GAFAR
10. BENI SIDEL
Medalla de Melilla. Bronce. Detalle del reverso con la marca del fabricante, Vallmitjana de Barcelona.
El Sr. Antonio Prieto Barrio nos apunta que el diseño de la condecoración es de Manuel Delgado Brackembury (Cabezas de San Juan, 1882- Sevilla, 1941) (4), escultor y militar español. Se trata de un autor relativamente poco conocido, cuya obra alcanzó su cénit en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929.
En El Adelanto. Diario de Salamanca. Año XXVI. Número 7854. 22 de enero de 1910:
“Ha sido ya escogido el modelo que servirá para acuñar la medalla conmemorativa de la campaña del Rif. Después de detenido examen por el general Luque de los diferentes modelos presentados, el más artístico y que mejor simboliza la idea, se debe al capitán de infantería señor Delgado, de guarnición en Barcelona, modelo aceptado y que muy pronto comenzará a troquelarse. La medalla es circular. En el anverso va el busto del Rey, con capote y casco. En el reverso aparece un busto griego de mujer, cubriendo con dos coronas de laurel los dos escudos de España y Melilla. En el fondo se ve el Gurugú y poblado de Nador, dominado todo por el sol, que lanza rayos sobre el citado monte. La medalla será igual para todos, excepción de los heridos, que llevarán en la cinta un pasador. Se concederá a cuantos han formado parte del ejército expedicionario, no sabiéndose aún si, al igual de lo hecho en Francia con la medalla creada para las tropas que estuvieron en África en los últimos sucesos de Casablanca y la Argelia, se hará extensiva a quienes, sin formar parte del ejército expedicionario, hicieron intervención más o menos directa en todo lo concerniente a la campaña”.
En cuanto a los coleccionistas, es una de las medallas más habituales de encontrar, junto con su “hermana” la Medalla Militar de Marruecos. Suele estar a precios relativamente asequibles (las he visto a partir de 60€, aunque ejemplares en plata con varios pasadores pueden superar fácilmente los 150€). Existen multitud de variantes y calidades. Los mejores, evidentemente, son los ejemplares con un mayor número de pasadores y marcados por su fabricante. Entre los ejemplares de peor calidad, como no, están los de las tropas regulares, que eran simples chapas troqueladas. Entre las variantes, veremos el rostro de Alfonso XIII con bigote y sin él, o con ligeras diferencias en el casco; en el reverso, la medalla con la fecha reglamentaria (1909), sin fecha o con la fecha de otro año y, finalmente, multitud de tipos de coronas. La Medalla de Melilla, sin ningún género de dudas, será una pieza que no podrá faltar en cualquier colección de medallas españolas que se precie. Esta condecoración estuvo en vigor hasta noviembre de 1915, cuando se sustituyó por la medalla de la que hablaremos en el siguiente post de esta serie. ¡Una verdadera delicatesen!
Estas condecoraciones están catálogas con los siguientes números:
En la Versión para oficiales:
– Pérez-Guerra: 813
– Gravalos-Calvó: 386
En la versión para suboficiales y tropa:
– Pérez-Guerra: 813a
– Gravalos-Calvó: 386
NOTAS
(1) Poco claras están las circunstancias de su muerte, por cierto. Se dijo que en uno de los ataques, oficiales españoles se percataron que los moros estaban disparando con rifles máuser españoles y se destapó lo que ya era un secreto a voces: el tráfico de armas ilegal entre la morería y un grupo de oficiales corruptos, encabezados por el propio García-Margallo. Tres son las hipótesis que se barajan en su misteriosa muerte: o bien que fue abatido de un tiro en la cabeza por uno de estos rifles; bien que, a l verse descubierto, se suicidó; y, finalmente, la que más crédito obtuvo en los corrillos extra-oficiales, fue que Miguel Primo de Rivera (el futuro dictador, y teniente por aquel entonces), al descubrir el pastel, le pegó un tiro.
(2) Los datos normativos relativos a esta condecoración los he obtenido del libro de Antonio Prieto Barrio: Recompensas de las Campañas de África, otro de sus imprescindibles libros para poder acercarnos a la falerística española.
(3) En septiembre de 1909, se empezaron a producir las primeras operaciones militares españolas realizadas con un cierto éxito, como la ocupación de la ciudad de Nador, a los pies del Gurugú, monte también cercano a la ciudad de Melilla, y que forma parte de la Sierra de Nador. Volcán extinto de 890 metros de altura, en la actualidad aún conserva los restos de fuertes españoles, y da cobijo a inmigrantes que quieren dar el salto a España. Un poco más al sur, se tomaba la alcazaba (posición fortificada) de Zeluán (Selouane)
(4) Su padre fue Manuel Delgado Zulueta (Utrera, 1842- Sevilla, 1915). Importante político y militar de la segunda mitad del siglo XIX. Combatió en la guerra de África y en las guerras carlistas, lo que le valió numerosos ascensos por méritos de guerra. Fue diputado del Partido Conservador por su ciudad natal en diversas legislaturas, cargo que compaginó, una vez nombrado general, en las Capitanías Generales de Canarias, Andalucía y Cataluña, donde también desempeñó el cargo de Inspector General de Somatenes. No es más que una conjetura, pero es posible que Delgado Brackenbury acompañara a su padre en su destino barcelonés y que conociera a la que sería su esposa, Carmen Llorach Dolsa, hija de una de las más ilustres familias de la alta burguesía catalana. De hecho, la Casa Llorach (en la calle Muntaner de Barcelona) fue construida por Puig i Cadafalch, siendo una impresionante muestra del modernismo y que, desgraciadamente, fue derribada en 1932 para construir un bloque de pisos. Por otro lado, la madre del escultor era Magdalena Brackenbury (Madrid, 1847-Sevilla, 1930), hija del vice-almirante de la Royal Navy, William C. C. Brackenbury, que fue vice-cónsul británica en Cádiz, y provenía de una familia de gran tradición en la Marina Real Británica.