AVISO DEL AUTOR: posteriores investigaciones acerca de esta condecoración, me llevan a concluir que la Cruz del Campo de Honor no es la medalla que supuse al escribir este artículo. Esta medalla, que era desconocida, ya la he identificado y estoy trabajando en un nuevo artículo para desvelar su nombre y procedencia. Así, la Cruz del Campo de Honor seguirá siendo un misterio. No borro el texto ya que en él, expongo otra informaciones sobre la falerística de las medallas de las Guerras de Emancipación Americanas que creo que siguen siendo interesantes.
El sistema premial español es probablemente el más complejo y extenso del mundo. Y si las condecoraciones de la primera mitad del siglo XIX son un buen ejemplo, ello llega a su máximo paroxismo en el caso de las medallas españolas de las Guerras de Emancipación Americanas.
Las revueltas en las colonias americanas fueron una constante a lo largo de todo el periodo de ocupación española. Para citar solo algunas de las que tuvieron lugar en diferentes territorios de las colonias en el último cuarto del siglo XVIII, tenemos: la revuelta de José Gabriel Condorcanqui (Tupac Amaru II) en el virreinato de Perú, en 1780; las de los comuneros del Socorro en el de Nueva Granada, en 1781; o la conspiración de los machetes desestabiliza México en 1799. A principios de siglo XIX, las revueltas pasan a ser proclamaciones de independencia, en una evolución que tiene su pistoletazo de salida (y nunca mejor dicho) el 10 de agosto de 1809 cuando la Junta Soberana de Quito proclama la independencia de sus territorios circundantes. A partir de entonces se inicia un proceso de guerras que recorrerán toda la América española y que, con paréntesis de décadas en algún caso, terminará con el Desastre del 98.
Fernando VII, pintado por Francisco de Goya. El Deseado para unos, el Felón para otros.
El periodo de más intensidad (y el más desconocido para el común de los españoles) es el de las Guerras de Emancipación que empezarían con la citada proclamación de 1809 y que terminaría en 1826[1]. Fue un periodo que abarcó un extensísimo territorio y durante un largo periodo de tiempo, en una guerra que fue especialmente cruenta. Este encarnizamiento se acentuó por la alternancia de victorias y derrotas entre los dos bandos, lo que crecieron las represalias, casi siempre sangrientas. Un ejemplo de ello es el Decreto de Guerra a Muerte que Simón Bolívar firmó el 15 de junio de 1813, por el que ordena:
“Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia y mostrar a las naciones del universo que no se ofende impunemente a los hijos de América (…) Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo y castigado como traidor a la patria, y por consecuencia será irremisiblemente pasado por las armas”.
Simón de Bolívar, un personaje no exento de claroscuros.
Siguiendo esta línea, el militar independentista Briceño, organizó un cuerpo de voluntarios, cuyo primer objetivo era el de «destruir en Venezuela la raza maldita de los españoles europeos, en que van inclusos los isleños de Canarias…Ni uno solo debe quedar vivo«. Por matar a 25 españoles, se ascendía a teniente; por matar a 50, a capitán. Este decreto estuvo vigente hasta 1820, pero la guerra a muerte siguió[2]. Y no solo se atacaron a las personas. Como explica Benedet[3] “todo lo proveniente de España “era considerado pobre, vergonzoso, indigno”. La destrucción del barrio colonial español de Buenos Aires por parte de Rivadavia es un ejemplo de ello. El mismo camino recorrieron otras huellas del paso de los españoles por América. Y, como no, los archivos. Muchos archivos fueron destruidos o “se perdieron”. Y si bien es difícil determinar cuántos se destruyeron, sí que parece ser que mucha documentación militar o relacionada con los ejércitos realistas fue pasto de las llamas. Y por su puesto, si algo fue fruto de la destrucción fueron las condecoraciones y uniformes (en los que se cosían los escudos de distinción) del enemigo. Había elementos militares, como las armas y la munición que se podían utilizar independientemente del bando. Pero ¿quién querría conservar las medallas del enemigo? Por ello, lo más probable es que si éstas cayeron en manos del enemigo, las destruyeran. Del mismo modo, los realistas que se quedaron en América y que conservaran condecoraciones o uniformes, se apresurasen a deshacerse de ellos, para evitar embarazosos compromisos.
Dos medallas a los Defensores de la Plata. Obsérvese como en una de ellas se han tratado de eliminar los símbolos reales.
Ello ha significado que las medallas españolas de las guerras de emancipación sean las más complicadas de estudiar. Ya que en algunos casos no es posible ni tan solo determinar cuál era el diseño de alguna de estas condecoraciones. En este texto, vamos a tratar de desvelar una de ellas.
Muchos han sido los estudiosos que han tratado de poner luz a la historia de las condecoraciones realistas. El más exhaustivo de ellos, sin duda se trata Emancipación Americana, de Antonio Prieto Barrio y en el que me basaré para el estudio de estas medallas, sin olvidarme de los estudios clásicos de condecoraciones españolas, y que bien citaré a lo largo del texto o bien listaré en el apartado de la bibliografía. En el Anexo 1 de este texto listaré todas las condecoraciones que han sido catalogadas, ahora me limitaré a enumerar las que se conoce el nombre, pero se desconoce el diseño[4], son las siguientes:
Medalla a Juan Tomás Altamirano. Se tiene constancia de su creación, pero se desconoce el diseño. Fue una medalla en exclusiva para él[5].
Medalla de distinción a los indios zapadores de Jalapa (1813): Para “la compañía de indios zapadores de Xalapa, [que] cumplió sobresalientemente y el señor Olazabal la recomienda al superior gobierno, suplicando la aprobación de una medalla que les concedió para recompensar su patriotismo”[6]. Pero durante mi investigación, he encontrado un texto en el que, según García Ruiz, esta condecoración se trataba de un “escudo de plata que tenía grabadas las armas de la villa de Xalapa”[7].
Medalla de distinción de la ciénaga de Santa Marta (1815): Concedida por la victoria naval de 28 de marzo de 1814 alcanzada en la ciénaga de Santa Marta por la División de Bongos[8].
Escudo o medalla de distinción de Yesera: se la da la instrucción al coronel Lavin para que “determine un escudo o medalla con el lema que le parezca más análogo que sirva al mismo tiempo de premio a todos los valientes individuos, que tan bizarramente han correspondido a su deber”[9] en el combate de Yesera.
Finalmente, tenemos las dos últimas medallas:
Medalla de Distinción del Ejercito Real del Perú: La cinta con cinco listas, la central blanca, las siguientes, gualda y las de los extremos rojas[10]. Y a la que incluye esta ilustración:
Cruz del campo de honor: de la que Prieto Barrio nos indica:
“En estos mismos días, observando el general la Serna que los oficiales es de los cuerpos del país, al ver que los expedicionarios no llevaban escudos y sí cruces de distinción por las batallas y acciones de la Península, principiaban a tener en poco aprecio los que ellos habían obtenido por las de América, quiso ocurrir a este inconveniente creando una distinción con el nombre de Cruz del campo de honor, que supliese a la de San Fernando, cuyos trámites hacían inútiles sus efectos en este país por la tardanza que debía sufrir la expedición de las cédulas. El brigadier Olañeta fue el primero que obtuvo esta condecoración por la sorpresa de Yavi (Jujuy, actual Argentina), declarándole además presidente nato de los consejos que se celebrasen en lo sucesivo para la adjudicación de estas distinciones. La elección, diseño y reglamento de la referida cruz fueron aprobados por el Rey N. S. en diciembre de 1821”[11].
Así pues, nos encontramos ante una condecoración tan importante como desconocida. Nada más y nada menos que una cruz que sería paralela a la Orden de San Fernando mientras ésta se tramitaba en la metrópoli y a menudo pasaban años hasta su concesión. En definitiva, se trata una cruz otorgada al valor heroico en grado sumo creada solamente para hechos en Sudamérica, pues indica en los motivos de su creación la necesidad de premiar rápidamente actos de heroísmo.
El presidente de los Consejos de la Cruz del Campo de Honor fue, como se cita arriba, Pedro Antonio de Olañeta Marquiegui[12], quien además encabezaba sus documentos con la siguiente presentación:
- Pedro Antonio de Olañeta, Caballero de la Real Orden de San Fernando, Comendador de la americana de Isabel la Católica, condecorado con la Cruz del Campo de Honor, Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos, Capitán general de las provincias del Rio de la. Plata, Superintendente Subdelegado de Real Hacienda[13].
A la muerte de éste, en abril de 1825, no hay constancia documental que su cargo como presidente de los Consejos de la Cruz del Campo de Honor pasara a otra persona.
Pedro Antonio de Olañeta.
Lo cierto es que la concesión de las órdenes de San Fernando no era precisamente vertiginosa. Por ejemplo, al teniente de navío Pascual María Cañizo y Pareja, al mando del navío Esmeralda que rechazó el traicionero abordaje del navío Lautaro en julio de 1818, recibió la concesión de la Laureada en 1827 lo que explicaría la creación de dicha Cruz.
Por otro lado, es muy difícil poder determinar al no localizarse archivos cuántas cruces del Campo de Honor se concedieron a lo largo de las guerras de emancipación ya que, al parecer, sobre todo hacia el final de la contienda se concedieron órdenes de San Fernando con una cierta profusión. Así, por ejemplo, por la defensa del castillo de San Juan de Ulúa, en el Virreinato de Nueva España, se entregaron hasta 138 Cruces Laureadas de San Fernando de 2º clase a los defensores que habían sobrevivido. La acción, que tuvo lugar en noviembre de 1825, pero las Laureadas no se aprobaron hasta febrero de 1827. Mientras que por la defensa de la plaza del Callao (Perú), del 9 de diciembre de 1824 al 23 de enero de 1826, se concedieron 11 Órdenes de San Fernando de 2º clase en mayo de 1831, siempre mucho más tarde.
Pero ¿cómo podría ser esta medalla?
El experto y coleccionista de condecoraciones españolas de la primera mitad del siglo XIX, Jaume Boguñà, cree que posiblemente la condecoración podría ser esta:
Anverso.
Reverso.
Variante sin monograma ni granada central pintada:
Variante.
Lo cierto es que hay elementos que me inclinan a pensar que Jaume Boguñà pueda tener razón. Para empezar, la medalla que presenta está sin identificar. Varias de sus características nos llevan a concluir que se trata de una pieza del primer tercio del siglo XIX, a saber: el tipo de esmalte al fuego, el diseño, la anilla tipo churro (anterior a las que son circulares de fechas posteriores) y por el tipo de pintura que presenta el monograma real y la granada pintada a mano. Si concluimos que es de esta época, tenemos que todas las condecoraciones peninsulares ya han sido identificadas, por lo que tendría que ser una condecoración de las Guerras de Emancipación. Si continuamos en esta vía, parece claro que una clara referencia a los Reyes Católicos la inhabilita como medalla de los patriotas independentistas, con lo que debería ser una medalla realista. Dentro de las medallas realistas, hemos dicho que las que quedaron sin determinar cuál es su diseño son las siguientes y me atrevo a exponer los motivos por lo que no creo que la medalla que se presenta sea ninguna de éstas:
Medalla a Juan Tomás Altamirano: esta es una de las condecoraciones que se entregaban a una única persona (a veces, a dos personas), por una acción de destacado mérito. Normalmente, caciques locales de origen indio. Estas condecoraciones nunca eran esmaltadas.
Medalla de distinción de la ciénaga de Santa Marta: al ser una condecoración de una campaña muy concreta, similares condecoraciones no solían ir esmaltadas, en cualquier caso, deberían hacer referencia de alguna manera, clara y específicamente al combate que premia, y no es el caso.
Escudo o medalla de distinción de Yesera: un caso similar al anterior, ni tan solo queda claro que realmente existiera, máxime si tenemos en cuenta que el coronel Lavin, el encargado de diseñarla no tardó en pasarse al bando de los patriotas independentistas.
Medalla de distinción del Ejercito real del Perú: la propuesta que presenta Prieto como, que indica que podría ser también la Cruz del Campo de Honor, si bien la medalla esta orlada con laureles, éstos no están situados alrededor de la cruz (como corresponderían en una laureada), sino que la coronan. Por otro lado, la medalla que presenta el Sr. Boguñà presenta la cifra “F Y”, que hace referencia a los Reyes Católicos, mientras que si fuera una medalla correspondiente al Virreinato del Perú tendría más sentido que figuraran las cifras “I K” que aparecen en el escudo de este virreinato y que hacen referencia a Juana I y Carlos I, bajo cuyo reinado se fundó la ciudad de Lima y se creó el virreinato. Además, una condecoración al valor heroico que sustituyera o fuese paralela a la Orden de San Fernando creada en 1811, debería llevar espadas (al igual que la ya citada Orden), que es el caso de esta condecoración que es la única que las tiene en esa contienda.
En referencia a la citada cruz, tiene los siguientes elementos que me inclinan a pensar que, efectivamente, se trata de la Cruz del Campo de Honor, aparte de ya los citados anteriormente: esta cruz incluye laureles que la rodean y espadas colocadas de la misma forma que la Orden de San Fernando; las cifras de los Reyes Católicos pueden hacer referencia a la universalidad de la condecoración en todo el territorio americano, ya que fue bajo su reinado que se descubrió el continente; finalmente, la granada, no la interpreto como símbolo del Virreinato de Nueva Granada, sino que la granada rajada en su fruto para que se viera su interior, era el símbolo de la monarquía hispánica[14], lo que nuevamente permite pensar que se trata de una condecoración para el conjunto del continente americano y no para ningún virreinato en concreto, hay que tener en cuenta que el resto de piezas localizadas de aquella guerra incluyen en su diseño el lugar del hecho bélico además de la fecha y esta no, siendo la única que es así curiosamente.
El Sr. Prieto Barrio, por su parte, señala que, si la Cruz del Campo de Honor tenía por objeto sustituir a la Orden de San Fernando, teniendo en cuenta el diseño de ésta última según su tercer reglamento (10 de julio de 1815), también la Cruz de Distinción del Ejército Real del Perú también podría ser compatible como la “medalla de sustitución”. Aunque si bien en diseño original de la cruz recuerda al de la Orden de San Fernando, los laureles no la rodea, sino que la coronan. Por otro lado, las espadas como uno de los elementos idiosincrásicos de esta orden no aparecen hasta 1835, oficializándose en el reglamento de 1856.
Así pues, lamentablemente, sin un soporte documental, estas suposiciones, por más que nos puedan parecer indicios más o menos sólidos, no nos permiten concluir fehacientemente cuál es el verdadero diseño de la Cruz del Campo de Honor. No queda más que esperar a que investigadores sigan sacando a la luz nuevos documentos que nos permitan soportar documentalmente nuestra afirmación.
A continuación, ilustramos algunas piezas de esta época y guerra:
Medalla de Aculco, Guanajato y Puente Calderón; Cruz de Cartagena de Indias; y Medalla de Distinción de Etzacopuzalco.
Mi sentido agradecimiento a Jaume Boguñà i a Antonio Prieto Barrio por su inestimable ayuda en la redacción de este texto.
Notas:
[1] Cabe tener en cuenta dos aspectos a parte, que añaden complejidad al asunto: los países que terminaron independientes del dominio español no conformaron el actual mapa político de Latinoamérica, posteriormente hubo movimientos independentistas (y cruentas guerras) en el interior de ellos. Por otro lado, España no reconoció la independencia de estos territorios hasta la década de 1840.
[2] Hay algún historiador que ha obviado la violencia realista, lo cierto es que las matanzas se produjeron en los dos bandos. A modo de ejemplo es la guerra de guerrillas que se produjo en el Alto Perú y en el que no se tenía por costumbre tomar prisioneros: las ejecuciones de éstos eran la norma. O la sangrienta batalla de Junín, una de las últimas de la guerra, en el que las circunstancias de la batalla no permitieron que se pegara ni un solo tiro: la batalla se desarrolló a sablazos y lanzazos. O lo que sería lo mismo: una batalla medieval sin armaduras.
[3] Benedet (2012).
[4] Si bien dentro del sistema premial se deben incluir los Escudos de Distinción, el objeto de este texto es el de identificar una medalla en concreto, por lo que me voy a centrar en las medallas. Las obras que cito en la bibliografía tratan con detalle el extenso tema de los Escudos de Distinción.
[5] Prieto Barrio (2019), p. 12.
Sobre esta medalla no he encontrado más referencia que en PORTILLO VALDÉS (2011), pg. 202: “Juan Tomás Altamirano, gobernador de naturales en 1810 [de Tlaxcala], exhibía ante el cabildo orgulloso la medalla que le había hecho llegar el virrey Venegas «en premio de fidelidad», por haber abortado un intento de introducción de los insurgentes en la provincia. En ese acto no sólo se exhibía el honor personal y familiar, sino del de la provincia que, mediante la demostración de fidelidad, de nuevo, buscaba reforzar su propia posición foral”. Si bien, no se hace ninguna referencia a su diseño.
[6] Prieto Barrio, Op. cit., p. 37
[7] García Ruiz (2016), p. 27. “En reconocimiento a estos servicios, el ayuntamiento constitucional de Xalapa condecoró a sus “ciudadanos naturales” con un escudo de plata que tenía grabadas las armas de la villa de Xalapa”, según documento encontrado en el Archivo Histórico Municipal de Xalapa, Actas de Cabildo de 1814, f. 10.
[8] Prieto Barrio, Op. cit., p. 64. La Provincia de Santa Marta fue una entidad administrativa del Imperio Colonial español que formaba parte del Virreinato de Nueva Granada. Estaba situada en al norte de la actual Colombia, en la desembocadura del río Magdalena, lindando con la Provincia de Cartagena. Fue una provincia que se mantuvo fiel a la Corona Española.
[9] Prieto Barrio, Op. cit., p. 83. Yesera pertenece hoy en día a la ciudad de Tarija, en la actual Bolivia. Fue escenario de sangrientos enfrentamientos entre las tropas realistas y grupos de guerrilleros. El 14 de octubre de 1816, días después de este combate a las afueras de Tarija tuvo lugar una batalla en la que el ejército realista comandado por el coronel Lavin derrotó a las tropas que habían juntado los líderes montoneros (guerrilleros) Eustaquio Méndez Arenas, Ramón Rojas y José María Avilés. Lavin capturó numerosísimos prisioneros. A muchos de ellos los fusiló en el mismo campo de batalla. A los demás, los llevó a la ciudad de Tarija. Unos cuantos pudieron reunir el dinero para pagar su rescate, pero los que no carecieron de medios, fueron masacrados en la misma ciudad. Interesante personaje, Lavin, fue carismático, resolutivo, cruel y despiadado. En 1821, cambió de bando, siendo encarcelado en Cuzco. En la cárcel promovió un motín para liberar la ciudad y murió en los combates posteriores. En ningún lugar he visto referencia a que, finalmente, se llegase a crear esta condecoración, ya fuera en forma de medalla o escudo de distinción.
[10] Prieto Barrio, Op. cit., p. 125.
[11] Prieto Barrio, Op. cit., p. citando TORATA, Conde de: Refutación que hace el mariscal de campo don Jerónimo Valdés del manifiesto que el teniente general don Joaquín de la Pezuela imprimió en 1821 a su regreso de Perú. Madrid, Imprenta de la Viuda de M. Minuesa de los Ríos, 1895. p. 173.
[12] Pedro Antonio de Olañeta Marquiegui (1770 -1825) fue un militar vasco nacido en el municipio guipuzcoano de Elgeta. De familia muy humilde, siendo adolescente, emigró con su familia a la región de Potosí, donde forjaría una fortuna con sus actividades mercantiles, llegándose a convertir en un importante terrateniente. En 1810, al materializarse las primeras revueltas independentistas, tras un titubeo inicial, formó parte del bando realista, participando como comandante de las milicias contra los independentistas argentinos en el Alto Perú. Por sus acciones en la provincia de Jujuy que culminaron con la ocupación de la capital recibió la Laureada de San Fernando. Ascendió a general de brigada y, posteriormente, a mariscal de campo. Fue un furibundo absolutista, que no reconoció la autoridad del virrey del Perú, La Serna, cuando éste fue confirmado en su cargo por el nuevo gobierno liberal en España. Los conflictos entre liberales y absolutistas en el Alto Perú se materializaron en enero de 1824, cuando Olañeta se rebeló militarmente contra La Serna. Sus tropas, para asombro de los independentistas, llegaron a combatir las unas contra las otras. Olañeta llegó incluso a pactar con el propio Bolívar, para poder conseguir el virreinato. Esta revuelta, provocará que las tropas realistas de Canterac queden aisladas en Junín, lo que aprovecharán los bolivarianos para presentar batalla y vencerlos. Absolutistas y liberales pactan una tregua y el reparto del territorio del Alto Perú, pero la derrota Ayacucho y la ocupación de La Paz por parte del ejército patriota, la suerte ya está echada para los realistas del Perú. En un intento desesperado, acaso ya inútil, de voltear la situación, el 1 de abril de 1825 Olañeta presenta batalla en Tumusla, pero sus tropas serán derrotadas y él herido de muerte, falleciendo al día siguiente. Si había alguna posibilidad de vencer a los bolivarianos, su revuelta había terminado con ella. En julio de 1825, Fernando VII, que aún no conocía la noticia de su muerte lo nombra Virrey de Perú. Un Virreinato que ya no existía para un hombre que ya estaba muerte. Tétrica metáfora.
[13] Gazeta de Madrid del 24 de agosto de 1824, página 430.
[14] García Garrido (2004): nos explica que la granada es un símbolo de los reyes de Castilla desde Enrique I. Los Reyes Católicos, si bien tienen el yugo y las flechas como símbolo personal, usan la granada como símbolo de la monarquía hispánica.
ANEXO
El listado de las condecoraciones militares realistas identificadas por Prieto Barrio:
Virreinato del Río de la Plata:
Medalla de la defensa de Buenos Aires (1809)
Medalla de distinción de los emigrados de Salta (1813)
Virreinato de Nueva España:
Medalla a Juan Tomás Altamirano (1810)
Medalla de Aculco, Guanajuato y Puente Calderón (1811)
Medalla de Mextitlán de la Sierra (1811)
Medalla de distinción a los indios zapadores de Jalapa (1813)
Medalla de distinción por la batalla de Puruarán (1814)
Medalla de distinción de la ciénaga de Santa Marta (1815)
Medalla de distinción de la Compañía de Zapadores naturales de Jalapa (1816)
Cruz de Borgoña
Medalla de distinción por la batalla de Etzcapuzalco (1821)
Virreinato de Perú:
Medallas por la acción de Huaqui (1811)
Medalla de distinción de la acción de Potosí (1812)
Medalla de distinción de la batalla de Ayohuma (1813)
Medalla de Pilaya y Paspaya (1816)
Medalla a los vencedores de La Laguna y Villar (1816)
Escudo o medalla de distinción de Yesera (1816)
Medalla a los defensores de La Plata (1817)
Medalla de distinción del Ejército real del Perú (1818)
Medalla de distinción de la defensa de El Callao (1819)
Cruz de distinción de Perú (1822)
Cruz de distinción de Torato (1822)
Cruz de distinción de Arequipa (1823)
Cruz de distinción de la batalla de Ica (1822)
Cruz de distinción de la batalla de Moquehua (1822)
Capitanía General de Chile:
Medalla conmemorativa de la reconquista de Chile (1814)
Cruz de distinción de Talcahuano (1818)
Capitaía General de Venezuela:
Medalla del Caño del estero de Pasacaballos (1816)
Medalla de la fidelidad de las americanas (1820)
Medalla de la pacificación de las provincias de Venezuela (1818)
Cruz de distinción por la acción del puente del Mono (1822)
Virreinato de Nueva Granada:
Medalla del auxilio de Santa Marta (1816)
Cruz de Cartagena de Indias (1816)
Gobernación y Comandancia General de Santo Domingo:
Medalla de distinción de Santo Domingo (1817)
Cuba:
Medalla al mérito (1810)
Entidad Administrativa indeterminada:
Premio a la fidelidad (1812-1814)
Medalla personal de Juan Bautista Sánchez (1817)
Cruz del campo de honor (1821)
En el Grávalos-Calvo, se añaden:
Medalla de Distinción de Querétaro (1810)
Medalla de la Sedición del Perú (1811)
En la colección Condes de Cartagena:
Medalla para la Pacificación de las Provincias de Venezuela (1818)
Esta condecoración se puede ver en: http://condecoracionesdevenezuela.com/periodo-colonial/
Bibliografía principal:
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PRIETO BARRIO, Antonio (et alt.): Emancipación Americana. Actualización de 5 de septiembre de 2019.
Bibliografía complementaria:
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BENEDET, Verónica: “La Arquitectura Colonial De Buenos Aires”, en Bibliographica Americana. Revista Interdisciplinaria de Estudios Coloniales. Buenos Aires, 2012.
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GARCÍA RUIZ, Luis J.: “Lealtad y privilegios. La participación de la república de indios de Xalapa en la guerra de independencia, 1810-1824”. 2016.
GAZETA DE MADRID.
MAIER, Jorge: Antigüedades. Siglos XVI-XX. Real Academia de la Historia. Madrid, 2005.
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RODRÍGUEZ BELLES, Antonio: Medallas y Ascensos en sus documentos. 1811-1931. Tantín Ediciones. Santander, 2017.
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http://www.saij.gob.ar/docs-f/biblioteca_digital/libros/edicion-oficial_historia-premios-militares_t03_1910/edicion-oficial_historia-premios-militares_t03_1910.pdf
Internet permite el acceso a obras antiguas muy difíciles de encontrar en las bibliotecas de fuera de la red. También he consultado estos libros, si bien no han aportado ninguna información relevante para este estudio, los incluyo ya que puede que lo sean para futuras investigaciones y le puedan servir al lector:
ROSA, Alejandro: Historia de los Premios Militares. Buenos Aires, 1892
ROSA, Alejandro: Monetario Americano Ilustrado. Buenos Aires, 1892.
TORIBIO MEDINA, José: Medallas Coloniales Hispano-Americanas. Santiago de Chile, 1919.
VELASCO DUEÑAS, José: Cruces y Medallas de Distinción de España. Madrid, 1843.